Por Guillermo Tella
Las ciudades tienen orígenes diferentes pero crecimientos similares. Cuentan con un núcleo histórico-institucional, con infraestructura ferroviaria a la que se le superponen (tiempo después) las rutas del transporte vehicular. La ciudad crece al ritmo de las subdivisiones de las manzanas fundacionales, de las quintas aledañas y de las chacras próximas, que fueron valorizando la tierra rural y la propia ciudad con autonomía de los servicios públicos. Hoy muchas de esas ciudades forman constelaciones metropolitanas.
Argentina cuenta con una población altamente urbana. El índice de urbanización es superior al 89%. En la actualidad, mientras aproximadamente el 50% de la población del país reside en seis grandes ciudades o aglomerados; cerca de un 32% lo hace en 273 ciudades de tamaño medio (10 mil a 500 mil habitantes), que coincidentemente se corresponden con ciudades de carácter intermedio. Esto da cuenta del peso específico que tienen en la definición del sistema urbano nacional.
Sin embargo, su importancia suele verse eclipsada por las ciudades metropolitanas que concentran 40, 50 ó 400 veces su población. Las ciudades intermedias pierden visibilidad en un territorio de desarrollo desequilibrado. De modo que la escala intermedia debiera ser considerada como estratégica. En términos generales, encontramos en nuestras ciudades determinadas problemáticas críticas recurrentes, identificadas en casos recientes, que podrían sintetizarse en lo siguiente:
- Débil papel asumido por las (numerosas) ciudades de tamaño medio.
- Dispersión urbana en baja densidad y acceso desigual a infraestructuras.
- Dificultad de acceso a viviendas adecuadas y a equipamiento básico.
- Procesos crecientes de fragmentación social y segregación residencial.
- Demanda de producción de vivienda colectiva para diferentes sectores sociales.
- Conflicto entre usos, falta de planificación y marcos normativos vetustos.
- Ausencia de instrumentos apropiados para equi-distribuir cargas y beneficios.
- Conflictos de tránsito vehicular, superposición de modos y ausencia de red.
- Fragilidad ambiental producto del consumo especulativo del paisaje natural.
- Disposición final de residuos sólidos urbanos con escasa tecnificación.
Es necesario entonces pensar en las ciudades intermedias como el punto de apoyo para promover un mayor equilibrio regional. Si bien cuentan con un bagaje de instituciones y empresas así como infraestructuras y conexiones que otras no poseen, requieren del diseño de políticas de descentralización, aprovechando el mayor crecimiento relativo de ciudades observado en el último medio siglo, respecto de los grandes centros urbanos.
Instrumentos de equilibrio regional
Dado que ese crecimiento no siempre fue acompañado de un desarrollo proporcional en los sectores productivos y en la provisión de servicios e infraestructura básica, el desafío es dotar de equipamiento urbano (sanitario, educativo, cultural, habitacional, etc.) en aquellas ciudades consideradas de carácter intermedio. La oportunidad que ofrece esta escala para la planificación resulta mucho más apropiada para capitalizar las condiciones locales.
Con una planificación ajustada al territorio, elaborada desde lógicas ascendentes (de abajo hacia arriba) y siguiendo estrategias de gestión, las ciudades de carácter intermedio se podrán posicionar competitivamente. Un objetivo central debiera ser el incremento de la diversidad social en el espacio: las ciudades capaces de afrontar esa situación fueron aquellas que encararon estrategias de desarrollo local, desde lo local propiamente dicho.
Los gabinetes municipales deberán asumir el liderazgo en la conducción de los procesos de transformación del territorio y establecer reglas de juego para los diferentes agentes intervinientes. Y, también, tendrán que recuperar a la participación como motor de crecimiento y de mejoramiento de la calidad de vida y de legitimación de las políticas públicas. En consecuencia, se considera indispensable para nuestras ciudades:
- Definir políticas nacionales y locales de planeamiento regional y urbano.
- Repensar nuestro territorio en términos de equidad y de inclusión.
- Dotar a las ciudades de redes de infraestructura y de equipamientos.
- Producir viviendas masivas para afrontar las demandas habitacionales.
- Impulsar estrategias de densificación conducida en áreas servidas y equipadas.
- Proteger el paisaje natural y cultural, principalmente en ciudades de tamaño medio.
- Actualizar los marcos normativos locales de regulación edilicia y urbanística.
- Desarrollar instrumentos urbanísticos de redistribución de cargas y beneficios.
- Transformar los viejos catastros físicos en sistemas digitales multifinalitarios.
- Capacitar a los equipos técnicos locales en el manejo de nuevas herramientas.
Con lo cual, para un mayor desarrollo, sustentable en el tiempo y capaz de mejorar las condiciones de vida de su población, la ciudad debe aprovechar esas oportunidades. Desde esa mirada, se requiere de una serie de herramientas que permitan reconocer, interpretar y actuar en diferentes escalas de abordaje, mediante la formulación de lineamientos estratégicos, programas de actuación e instrumentos de gestión.