El plan integral del río Reconquista dará servicios, agua y saneamiento a una zona de 4,6 millones de habitantes que, en gran medida, carecían de ellos.
El cartel de No tire basura que hay plantado en barrio Costa del Lago, a las afueras de Buenos Aires, parece irónico. Se puede leer entre unas infraviviendas y lo que es de facto un vertedero donde los desperdicios se amontonan ilegalmente sin que nadie parezca hacer nada para evitarlo, más allá de escribir una advertencia a mano en un trozo de madera. Una carreta tirada por un caballo regresa vacía tras arrojar unas cuantas bolsas a este mar de desperdicios. “Los contratan empresas que se quieren ahorrar las tasas por llevarlos a la planta de tratamiento, les sale mucho más barato”, explica una vecina.
La basura se acumula encima de más basura. El barrio nació del relleno de un antiguo vertedero y creció a medida que inmigrantes de zonas rurales y de países vecinos fueron construyendo sus viviendas sin más plan urbanístico que el que marcaba su presupuesto para construir una casa de mayor o menor tamaño. Sin agua potable, sin saneamiento, forman parte de una estampa típica en la ribera del río Reconquista, una franja del área metropolitana de Buenos Aires que ocupa 1.670 kilómetros cuadrados distribuidos en 18 municipios donde viven 4,6 millones de personas.
Una de ellas es Anita Cardoso, de 50 años, paraguaya, como muchos de los que se han ido asentando allí en la última década. Ella llegó en la primera oleada, hace 11 años. “Compré un terreno en el basurero, echamos tierra y levantamos nuestra casa”, relata. Con el tiempo se hizo con suministro de agua potable y construyó un pozo ciego para sus desechos, algo de lo que no todos los vecinos pueden presumir. Pero aunque su vivienda cumpla unos mínimos estándares de higiene, el entorno donde vive no lo hace. Las quemas de basura son frecuentes, y los problemas respiratorios, sobre todo en los niños, también. Uno de sus tres hijos tuvo que estar internado en el hospital por inspirar este aire contaminado.
“Cuanto más cerca del río, los barrios son más marginales y están construidos de forma más informal”, asegura Marina Marmora, coordinadora Comité de Cuenca del Río Reconquista (Comirec). Echan todos sus desperdicios al cauce, desde residuos orgánicos hasta el agua sin tratar con la que hacen la colada. Con frecuencia, los asentamientos están atravesados por zanjas, arroyos que son pequeños afluentes y, a la vez, improvisados vertederos que llevan todavía más suciedad al Reconquista. Un problema medioambiental, social y de salud para el que el país lleva años poniendo parches, pero al que no le ha buscado una solución definitiva e integral hasta hace poco.
La provincia —el equivalente administrativo en España a una comunidad autónoma— de Buenos Aires, con el apoyo financiero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) —que facilitó la logística para este reportaje— emprendió hace dos años una recuperación integral de la cuenca, que tratará de dar solución a todos estos problemas. Roberto Pagano, asesor del Ministerio de Agricultura regional, explica que el plan prevé cubrir tres grandes frentes: “Un sistema de agua potable y saneamiento integral en toda la cuenca; una inversión en obras hidráulicas para tratar todas las aguas que terminan el el río y un plan de construcciones sociales para reubicar a las personas que vivan en lugares de riesgo, construcción de caminos, espacios verdes y mobiliario urbano, edificios comunitarios…”. Según cuenta, hasta ahora todo lo que se habían hecho eran intervenciones parciales. “Lo valioso de esto es la integralidad del abordaje. Al final del camino, cuando termine esta operación, estará reconvertida toda la zona. Ese es el objetivo”, apostilla.
El camino no será corto ni fácil. Las inversiones del plan integral ascienden a 287 millones de dólares (unos 241 millones de euros) que se suma al proyecto de agua potable y saneamiento de todo el conurbano bonaerense, de más de 1.300 millones. “Es un plan a unos 10 años de los que llevamos menos de dos. Ahora estamos licitando una consultora que nos va a ayudar para darle un componente muy importante de participación. La idea poner a todos los actores en misma mesa, desde vecinos hasta empresas, para estudiar todas las alternativas. Educación, salud, urbanización, cloacas… tenemos que abordar todo al mismo tiempo en espacios bastante reducidos y muy postergados”, explica Gustavo V. Gonnelli, especialista en agua del BID.
La coordinadora de Comirec asegura que hasta ahora el barrio estaba completamente abandonado por parte del Estado: “Somos los primeros que entramos, hay mucha mafia, complicaciones de seguridad. Ahora que vienen funcionarios a diario se generan tensiones internas importantes, porque los vecinos no estaban acostumbrados”.
Hasta que comenzó este plan, las iniciativas sociales dependían sobre todo de los propios habitantes de los barrios. Teresa Pérez es una de las impulsoras de la cooperativa Bella Flor, un grupo de vecinos que se unió en este entorno con tanta abundancia de basura para sacarle partido reciclándola. Más allá de las 117 personas que se dedican a esta tarea, han montando un tejido de apoyo social a las familias que más lo necesitan en el barrio. Bajo un galpón, improvisaron un comedor que hoy da de comer a medio centenar de familias. “También estamos pendientes de que los niños vayan a la escuela y de que cuiden su salud, que en estas condiciones se resiente con frecuencia”, asegura Pérez.
El plan tiene además un componente medioambiental que pretende recuperar ocho hectáreas y crear una reserva natural urbana. “Es un área degradada porque además de ser un espacio rellenado con residuos áridos tiene un depósito judicial de vehículos a cielo abierto que ocupa más de dos hectáreas. El río está visiblemente contaminado, pero el área posee un gran potencial para la creación de un espacio verde destinado a la conservación de especies y a la educación ambiental”, explica Santiago Piaggio, director de Medio Ambiente e Industria de la Municipalidad de San Miguel, que es donde estará esta reserva. Se completará una reforestación con especies nativas que servirán de refugio y alimento para animales silvestres que vivían en esta zona y han huido o están seriamente amenazados por la contaminación.
Algunas de las obras ya están en marcha. Ya hay zanjas para que lleguen a los hogares tuberías que canalicen sus aguas hasta plantas de tratamiento. Pero entre las muchas que había construidas, la mayoría no estaban operativas, con lo cual es necesario hacer nuevas, ampliar las existentes o remodelarlas para que depuren las aguas que van a parar al Reconquista. Y que el río deje de ser un enorme vertedero.