Ecológico
02/05/16
La Nación
Reciclaje e innovación: bancos de plaza en vez de basura

Sentarse a la sombra de un árbol y sobre lo que pudo haber sido basura, pero no lo fue… Una experiencia que bien podría ser real.

La cooperativa de trabajo Creando Conciencia presentó días atrás su primera línea de bancos para uso al aire libre, fabricados con una madera plástica que, a su vez, es el resultado de un proceso que se le hace a materiales posconsumo, es decir, a un conjunto de bienes reciclables.

La historia que termina con una persona disfrutando de un descanso en el banco de un parque podría sintetizare en los siguientes pasos, cada uno con sus protagonistas: vecinos que separan en forma consciente y responsable los residuos reciclables de la basura; trabajadores cuya tarea es lograr que esos materiales lleguen al lugar adecuado; más trabajadores, en este caso fabriles, que, por una innovación tecnológica antes desarrollada por investigadores, transforman esos "ex residuos" en tablones; diseñadores que imaginan cómo darle vida útil a esos tablones; personas con el oficio de carpintería que arman los muebles según aquel diseño y, finalmente, vendedores que llevan el producto a posibles compradores, muchas veces institucionales (gobiernos, consorcios y colegios). Llevan un producto y también un mensaje: hay cosas muy concretas que pueden hacerse a partir de aquel primer paso, el de separar de la basura lo que es recuperable. Y, en algún momento, puede ser que quienes se ocuparon de hacer esa tarea sean las mismas personas que aprovechen el banco a la sombra del árbol.

"Empezamos a desarrollar estos productos el año pasado bajo el concepto de sustentabilidad: queríamos que tuvieran valor económico, valor social y valor ambiental", cuenta Pablo Bianchi, diseñador industrial y docente de la UBA, que trabajó en el proyecto junto a su par Facundo Spataro.

Mientras que el valor ambiental está en reducir el número de materiales que van a los basurales y están allí por años y años, el social se pone de manifiesto en las personas que aprenden a hacer un trabajo que agrega valor, con lo cual mejoran sus ingresos y su calidad de vida. Los trabajadores se capacitaron como soldadores y carpinteros, y "pasaron de separar residuos con sus manos a armar muebles", dice Bianchi. "El objetivo es escalar con ventas a empresas, gobiernos o colegios a los que les resulte importante este producto, que es de diseño y tiene un costo competitivo", dice. Los bancos se venden a un precio de entre 6000 y 11.000 pesos, según el modelo. Y se irán sumando otros productos: ya se empezaron a diseñar bicicleteros y cestos de residuos, por ejemplo.

Mientras tanto, en la sede de la cooperativa Creando Conciencia, en Benavídez, se armó un espacio de producción y se integró un equipo de ventas.

"Esta cooperativa se constituyó como tal en 2008; hubo inicialmente cuatro socios que se pusieron a ver cómo podían hacer otra cosa que salir a abrir las bolsas de basura", relata Edgardo Jalil, presidente de Creando Conciencia, que hoy tiene 42 socios y ofrece servicios de recolección de residuos en varios lugares de la zona norte del conurbano, un trabajo que va de la mano de campañas de concientización sobre la necesidad del cuidado del medio ambiente. En algunos barrios de Nordelta, por ejemplo, acordaron con los vecinos los días de la semana en que pasan a retirar los residuos, debidamente clasificados según su condición de reciclables o no. Hoy, la cooperativa rescata unas 90 toneladas de materiales recuperables por mes. ¿El destino? Ventas a empresas que los utilizan como insumos, como el caso de Cabelma (pet para botellas), Interpack (tetra brik), Worldplas (polietileno) o Sirplast (telgopor).

"La gente responde bastante bien -dice Jalil- y logramos que se comprenda qué es lo que se logra." Vasitos de yogur que terminan transformados en bandejas para cultivar plantines o un pedazo de chatarra que se vuelve insumo industrial son apenas unas muestras de eso que logró un grupo de protagonistas, todos conectados entre sí.