Medio Ambiente. El predio de la Ceamse recibe 15.000 toneladas diarias y está cerca de saturarse. Pero sobre los rellenos hay espacios verdes, animales y casi no se siente olor. Allí reciclan y hasta generan energía eléctrica.
“Acá estamos parados sobre basura”, dice un ingeniero mientras camina por una lomada con pasto y árboles, rumbo a una coqueta casita de madera que se usa como sala de exposiciones. A lo lejos, una llama pasta mansamente mientras a unos cuantos metros pasan los camiones por el Camino del Buen Ayre. Y más allá, miles de litros de líquidos podridos son convertidos en agua para riego. El Norte III, el principal relleno sanitario de la Ceamse, es el lugar donde cada día van a parar las 15.000 toneladas de basura que producen los porteños y los vecinos del GBA. Pero esas bolsas que la gente tira en un contenedor y rápidamente olvida tienen todavía un largo camino para recorrer hasta llegar a quedar bajo tierra.
Lo primero que llama la atención del Norte III es su tamaño. Con 500 hectáreas es más grande que la mayoría de los barrios porteños: Villa Urquiza, por ejemplo, tiene una superficie de 540. Emplazado entre los partidos de San Martín, San Miguel y Tigre, y cruzado por el río Reconquista, este complejo ambiental se encuentra activo desde 1994, y ya recibió 66 millones de toneladas de basura. Trabajan 600 personas, entre los propios de la Ceamse y los de las empresas contratistas.
El corazón del relleno es la gran montaña de basura, que los técnicos llaman “módulos”. A diferencia de lo que uno podría creer, parado en el centro del predio no se siente mal olor. “Muchas veces el olor del que se quejan los vecinos de la zona no viene de acá sino de los basurales clandestinos de las villas que nos rodean”, explica un técnico. Pero también es cierto que otras, según como sopla el viento y si hay mucha humedad o calor, la montaña de basura puede producir olores molestos. Fuera de esta cuestión, el criterio en todo el predio es claramente ecológico, y por eso hay animales sueltos y mucha vegetación.
El entierro o “disposición final” de la basura tiene sus procedimientos. Primero se excava el suelo y se lo cubre con una capa de minerales especiales y una membrana para evitar que la contaminación pase a la tierra. Luego se va volcando la basura y se la va tapando con otra membrana para que no entre la lluvia ni salgan olores. Cuando la montaña supera los 50 metros de alto ya es tiempo de habilitar un nuevo módulo, que de hecho es lo que están haciendo: unirán los A y B, decisión que despertó polémica en la zona.
No toda la basura termina enterrada. Desde 2013 funciona la primera planta de Tratamiento Mecánico Biológico (TMB) de basura, fruto de un acuerdo entre los Gobiernos de la Ciudad y la Provincia para reducir la cantidad de residuos que se entierran. ¿En qué consiste? Es una instalación donde se separa la basura orgánica de los materiales recuperables (papeles, cartones, plásticos), que luego son vendidos. Trabaja con 1.100 toneladas diarias de las 3.000 que cada día manda la Capital Federal. La basura primero es triturada y luego pasa por una cinta hacia un trommel, que es un cilindro que actúa como colador, separando los residuos orgánicos de los sólidos. Estos pasan después por un sector donde operarios toman los reciclables, y posteriormente por otra cinta con imanes para captar los metales. Los materiales reutilizables son enfardados, y el resto se procesa en unas fosas especiales durante 21 días y luego se los usa para tapar la basura que se tira en los módulos. Con este sistema se logra recuperar 600 toneladas diarias.
Pero acaso el desarrollo más sorprendente es la planta de generación de energía en base a la basura En el relleno existe un tendido de conductos que captan el metano y otros gases de la descomposición de la basura y los llevan hasta un sector con compresores. Luego el gas es enfriado y pasa a otra zona donde se los usa como combustible para usinas energéticas. Con este procedimiento se vuelca al sistema eléctrico público electricidad suficiente como para abastecer a 15.000 hogares. En otros países directamente la basura se quema de manera controlada para generar electricidad mediante el calor de la combustión. Es una tecnología que aquí no se tiene en cuenta, en parte por su alto costo pero también por la resistencia de organizaciones ambientalistas.
La otra instalación que llama la atención es la planta de tratamiento de lixiviados, que son los líquidos que exuda la basura mezclada con la lluvia. A través de distintos filtrados, el 75% de ese agua es recuperada y usada para riego y lavado de equipos, y el 25% restante se vuelca al río Reconquista, pero sin contaminantes. “Procesamos 2.000.000 de litros por día, es la planta más grande del mundo”, afirma Hugo Bilbao, director del Organismo Provincial de Desarrollo Sostenible.
Otra planta dentro del predio que también apunta al aprovechamiento ecológico es la de compost, donde se usan las ramas de las podas de los municipios bonaerenses para producir fertilizantes y material de relleno para plazas y parques, a demás de donarlo a ONG.