Por Jordi Borja
“Yo coloco bien a mis jugadores en la pizarra. Pero cuando la pelota empieza a rodar en la cancha todos los jugadores se mueven” – Alfredo Basile1
*Introducción. El urbanismo entre la ética y la política
El urbanismo se ha vinculado a la ordenación física de la ciudad existente y el desarrollo de la misma. Los urbanistas, principalmente arquitectos e ingenieros, determinan las formas futuras de la ciudad, y casi siempre los usos. Son los hacedores de planes y proyectos. Las otras profesiones (juristas, economistas, sociólogos o geógrafos) pueden hacer contribuciones complementarias, que se suponen sirven para viabilizar las propuestas. Esto es la apariencia. En realidad las dinámicas del mercado van más rápido que la elaboración y ejecución de los planes y proyectos. Lo mismo los comportamientos sociales. Las decisiones políticas deben implementar cambios, aprobar cambios, establecer otras prioridades o simplemente interpretar permisivamente lo que exigen el negocio mercantil o las reivindicaciones ciudadanas. La ciudad actual es más proceso que estructura, por lo menos si se pretende entender para intervenir en ella. Es un flujo permanente que hay que orientar en un sentido o en otro. Hay que reconocer las tendencias en curso, siempre contradictorias, y decidir cuales son las tendencias a frenar o a reducir y las que es preciso potenciar.2 Como en la cancha, el entrenador debe estar modificando los planteamientos y las colocaciones de los actores.
El urbanismo no es, no puede ser una disciplina estática. Por el contrario debe adaptarse a situaciones cambiantes. Como son las dinámicas sociales y económicas (como la globalización financiera), los movimientos migratorios y los comportamientos colectivos, los cambios políticos y jurídicos y las modas intelectuales, la emergencia de innovaciones tecnológicas y de problemáticas antes poco reconocidas (como las ambientales) y la exigencia de nuevos derechos y reconocimientos. Y también los progresos, innovaciones y experiencias de la propia disciplina. Pero a diferencia de las ciencias “duras” como las naturales el urbanismo es una disciplina que no puede prescindir de todo tipo de conocimientos, sean científicos, técnicos, ideológicos, psicológicos, de los intereses o valores de los individuos y de los colectivos sociales, de la historia y de los mitos, de lo que se hizo y de lo que se pensó sobre la ciudad, etc. Y además debe ser instrumental, el urbanismo es una práctica, como la medicina o la ingeniería, debe intervenir sobre el territorio. Sin embargo, no es solamente una técnica. Es mucho más.
El urbanismo, como otras profesiones, actúa sobre las condiciones de vida de la ciudadanía. Por lo tanto sus fundamentos básicos son éticos, humanistas o sociales. Los fundadores del urbanismo, entre ellos Cerdá y otros muchos3 , parten de algunos principios elementales. Uno: la ciudad debe garantizar a todos los habitantes por igual el acceso a los bienes y servicios que son comunes o necesarios a todos (vivienda, transportes, reconocimiento, espacio público, etc). Y segundo: contribuir a las transformaciones sociales, económicas, culturales y política con el fin que el objetivo (derecho) anterior sea realmente efectivo. El urbanismo nace con dos almas que pueden ser complementarias o contradictorias. El primer fundamento es funcional pero de carácter universal: construir la ciudad igualitaria (Cerdá). El segundo es político: intervenir mediante el urbanismo en la reducción de las desigualdades y promover la calidad de vida de los ciudadanos. Si el urbanismo funcional se inspira en el racionalismo de la organización de la sociedad industrial, la vocación socio-política se inspira parcialmente en el socialismo utópico y posteriormente en el marxismo y el pensamiento alternativo. Pero el urbanismo ha traicionado muchas veces sus fundamentos y de forma muy evidente en las últimas décadas. Si las ciudades se multiplican las desigualdades espaciales, el desarrollo urbano es insostenible y la economía especulativa en nombre de la competitividad destruye el capital fijo y social hay que asumir que los urbanistas en sentido genérico tienen una cuota de responsabilidad.
Los fundamentos éticos han sido pervertidos por las prácticas de los gobernantes y de gran parte de los profesionales. Se vulneran explícitamente todos los valores y razones de ser del urbanismo4 . Otras profesiones, como la sanidad o la educación, mantienen formalmente códigos éticos, incluso concretados en la legislación y en los reglamentos de las organizaciones profesionales, aunque en la práctica se conculcan. En cambio en la planificación territorial, el urbanismo y las políticas de vivienda se cometen barbaridades (veánse por ejemplo los estropicios del boom inmobiliario de la última década en España, en Estados Unidos y otros países) sin exigir ninguna responsabilidad a profesionales, promotores, funcionarios y gobernantes. Los arquitectos, planificadores, urbanistas y otros profesionales son cómplices inimputables, actúan sin ninguna mala conciencia. La excusa: es lo que quiere el alcalde o el cliente.
Entre los valores éticos y las intervenciones en el territorio (planes, proyectos, programas, actuaciones puntuales, etc es decir las técnicas) hay el marco político-jurídico y las decisiones de los gobiernos (nacionales o locales). El urbanismo es una actividad reglada por una parte y en la práctica también puede ser también muy arbitraria (lo cual se presta a la corrupción). El marco legal es a la vez garantía del interés general y protector de los derechos individuales. Y en nombre de la propiedad privada se facilita la especulación del suelo que es una de las principales causas de los procesos urbanizadores más perversos. A continuación interviene la legislación específica, las políticas públicas sectoriales, los planes y proyectos municipales,etc. Pero todo ello, hasta el proceso de ejecución, son indispensables los profesionales, sean funcionarios o contratados por las administraciones públicas o las empresas privadas. ¿A la hora de asumir los encargos tienen en cuenta la ética de la profesión?5
En resumen el urbanismo es primero ética y política, luego su concreción supone utilizar e innovar las técnicas urbanísticas adecuadas y dialogar con los actores políticos y económicos y la ciudadanía interesada. No es una caja de utensilios como un fontanero, es un proceso complejo que se desarrolla en el tiempo y en el espacio, entre lo simbólico y lo material y en el que participan múltiples actores. Uno de ellos son los urbanistas, sean planificadores, arquitectos, ingenieros, juristas, geógrafos, economistas, sociólogos, paisajistas, ambientalistas, filósofos, activistas sociales, etc. Sin embargo son indispensables y de nada sirven los valores y las ideas, las decisiones políticas y las movilizaciones sociales, si no se disponen de los instrumentos propios del urbanismo, sea para hacer o deshacer la acción en el territorio.
Sin embargo, la política predetermina el urbanismo6 . Es la política estatal la que puede modificar el marco legal (la fiscalidad, el suelo, la gestión o la concesión de los servicios urbanos, etc), las iniciativas territoriales como las infraestructuras y los programas de vivienda, las obligaciones y regulaciones al sistema financiero, la orientación de las empresas públicas o parapúblicas (como los transportes), etc. Y son los gobiernos locales o regionales que definen el planeamiento y la programación de los procesos de urbanización, los programas o actuaciones integrales o sectoriales en la ciudad compacta, los que establecen convenios con los privados y controlan la gestión y la disciplina urbanas, etc. También es política formalizar los instrumentos y mecanismos para facilitar la participación de la ciudadanía tanto en los procesos deliberantes anteriores a la decisión formal y en los procesos de seguimiento de la ejecución de las actuaciones urbanísticas. No son los urbanistas o los arquitectos los que hacen la ciudad, aunque la piensan y se lo crean, son los gobiernos y los actores económicos (financieros, constructores, promotores, propietarios del suelo) los que hacen de “developers”. Los profesionales y los actores sociales o ciudadanos inciden más o menos en el proceso urbano.7
*Este texto forma parte de uno más extenso que iremos publicando en las próximas semanas.
- Alfredo Basile es un reconocido entrenador argentino de futbol. Esta frase me la ha prestado el amigo ecuatoriano Fernando Carrión, arquitecto-urbanista, ex director de Flacso.
- Ver de J.Borja: La “anticiudad postmodernista versus el derecho a la ciudad en las regiones metropolitanas” en la obra colectiva “Ciudades, una ecuación imposible”, editores M.Belil, J.Borja y M.Corti, Icaria, Barcelona y Café de las Ciudades, Buenos Aires (ambas ediciones en 2012). El autor expone 12 tendencias destructivas y 12 tendencias integradoras en las grandes ciudades y regiones urbanas de Europa y América. También desarrolla estas tendencias en el capitulo final de “La revolución urbana y los derechos ciudadanos” (Alianza, Madrid 2013).
- Desde mediados el siglo XIX hasta el urbanismo contemporáneo a mediados del siglo XX se constituye un corpus doctrinal y empírico muy sólido. Nos limitamos a citar algunos nombres como Stübben, Sitte, Garnier, Wagner, Geddes, Abercrombie, el Movimiento moderno (CIAM, Le Corbusier, en Catalunya Sert y Torres Clavé, en Madrid un personaje singular: Arturo Soria), la Escuela de Chicago (Robert Park y otros), Stein, Mumford, Lynch, Jane Jacobs…Esta lista llega hasta inicio de los años 60. El urbanismo posterior deberá confrontarse con la ciudad metropolitana. Lamentablemente las instituciones políticas en la mayoría de los casos aún no se han enterado que la ciudad metropolitana existe desde hace más de 50 años y son excepciones los casos en que hay verdaderos gobiernos democráticos y con competencias propias de una gran ciudad.
- Son innumerables las obras, a veces promovidas y firmadas y por prestigiosas personalidades, que se hicieron a sabiendas que eran contrarias a los principios éticos elementales como vías rápidas que fracturan la ciudad o conjuntos de viviendas perdidas en tierra de nadie.
- Más de una vez cuando criticaba a un profesional por haber perpetrado un proyecto mal ubicado o excluyente me ha respondido: es lo que quería el alcalde o el cliente. Por ejemplo: los barrios cerrados. Es la negación de la ciudad, inadmisible para un urbanismo democrático. Pero estos barrios se multiplican y los hacen profesionales.
- El poder económico difícilmente acepta esta concepción del urbanismo. Recientemente participé como conferenciante en un Encuentro internacional celebrado en Cali (octubre 2015) patrocinado por la Cámara de la Construcción de Colombia. Su presidenta en su discurso declaró enfáticamente que es el mercado el que debe definir el planeamiento. En ningún momento se refirió a los ciudadanos, a las periferias urbanas, a los sectores que no pueden acceder a la vivienda formal.
- Ver el artículo del autor “Ciudades y arquitectos” (El País, 17-7-2015)