Con una serie de estrategias con eje en soluciones basadas en la naturaleza y la participación ciudadana, buscan dar respuesta a la amenaza del calor récord, los incendios y el riesgo de inundaciones
Fuego, calor, récords y temperaturas extremas. La crisis climática muestra su peor cara estas semanas en el hemisferio norte, con el termómetro estallado en muchos países, escenas de evacuación por los incendios forestales en Grecia y Canadá, y la advertencia repetida de Antonio Guterres, el secretario general de las Naciones Unidas, sobre esta nueva realidad: el planeta dejó atrás la era del calentamiento global para entrar a una nueva era, la de la ebullición global, signada por umbrales desconocidos que alteran la vida humana en la Tierra –julio será el mes más cálido desde que hay registros– así como las diferentes dimensiones que la componen, que van desde la economía hasta el cuidado de la salud.
Ante esto, y con la evidencia de que los esfuerzos de mitigación (evitar o disminuir las emisiones contaminantes humanas que alteran la atmósfera, originadas sobre todo por la quema de combustibles fósiles y los cambios en el uso de los suelos) son escasos, muchas ciudades buscan adaptarse al nuevo clima revisando sus estrategias en materia de infraestructura urbana: informar a la población, trabajar en arbolado y armar “puntos seguros” para enfrentar las olas de calor son algunas de las herramientas que algunas urbes argentinas ya están desplegando.
El Plan de Acción Climática de Buenos Aires
Según datos difundidos desde el gobierno de la ciudad, entre 1960 y 2018 las temperaturas media y máxima promedio anuales se incrementaron en 1 grado centígrado, mientras que la temperatura mínima promedio aumentó hasta 1,7 grados. Las olas de calor aumentaron: entre 2010 y 2018 se produjeron más del doble que en la década de 1990. “En Buenos Aires el último verano tuvimos un récord histórico de olas de calor y temperaturas máximas, y eso nos habla sobre la urgencia de adaptar nuestra ciudad y a nuestros ciudadanos al cambio climático”, dijo Renzo Morosi, presidente de la Agencia de Protección Ambiental (APRA).
En esa línea, la Ciudad desarrolló un Plan de Acción Climática (PAC) que busca “posicionar a Buenos Aires como carbono neutral, resiliente e inclusiva para 2050″ sobre dos ejes centrales: soluciones basadas en la naturaleza y generación de información abierta para reducir el riesgo climático.
Las herramientas para avanzar en ese sentido –según información proporcionada por el gobierno porteño– incluyen talleres sobre riesgos climáticos y cuidados ante olas de calor y altas temperaturas, a fin de reducir los riesgos de las poblaciones vulnerables frente a esta amenaza y aumentar su capacidad de respuesta, con especial foco en los adultos mayores; se brindan en campañas entre octubre y marzo. Entre otros contenidos, se apela a brindar opciones para la acción climática desde los hábitos y costumbres cotidianas, a la vez que se detallan las medidas de prevención frente a las olas de calor.
También durante los días de altas temperaturas y olas de calor se envían alertas por medio de redes sociales y grupos de WhatsApp.
La APRA impulsa además una Red de Refugios Climáticos, espacios que brindan a la población un lugar confortable y fresco durante eventos de calor extremo. Pueden ser cerrados que tengan temperaturas más confortables que el exterior, o sitios abiertos que cuenten con sombra y/o elevada presencia de infraestructura verde urbana (por ejemplo, parques y plazas). En marzo de 2023, se inauguró el primer refugio climático en el Jardín Botánico Carlos Thays; en ese espacio verde de siete hectáreas en el barrio de Palermo la temperatura promedio es 4,8 grados menor que en otros puntos de la Capital.
Otra estrategia mencionada en el PAC es precisamente la infraestructura verde urbana (IVU), una red de áreas naturales y seminaturales diseñada y gestionada para lograr una gran amplitud de servicios ecosistémicos y proteger la biodiversidad en entornos rurales y urbanos.
La reducción del riesgo frente a inundaciones a través de obras hidráulicas, el fortalecimiento y mantenimiento de la red pluvial, y mejoras en viviendas de barrios postergados constituyen otra acción para mitigar el impacto del cambio climático.
En materia de salud, explicaron las fuentes, a través del Departamento de Salud Ambiental se busca dar respuesta a cuestiones sanitarias generadas por condiciones climáticas adversas potenciadas por el cambio climático. Dentro de ese rubro, la Ciudad cuenta con un plan estratégico y sistémico para prevenir, controlar y vigilar enfermedades transmitidas por mosquitos.
Rosario: “amortiguar” el calor y mapa de riesgos
La ciudad de Rosario, según explicó Pilar Bueno, la subsecretaria de Cambio Climático y Transición Ecológica Justa, cuenta con un plan local de acción climática a 2030 que incluye medidas de mitigación y de adaptación: “Tenemos medidas de adaptación que giran sobre cuatro ejes: agua, riesgo y resiliencia, biodiversidad y uso del suelo y salud”, dijo, para agregar que muchas de esas medidas están especialmente enfocadas en olas de calor y en otros riesgos. “El objetivo es tener un mapa de riesgo acompañado de capacitaciones y de sistemas de alerta temprana”, sostuvo.
Para eso, se está trabajando en medidas relacionadas con olas de calor, con la idea de generar “centros de amortiguación” ubicados en centros de salud y otros espacios municipales que sirvan para “recibir a personas afectadas por temperaturas extremas”. Otro punto clave es el uso del suelo y la preservación de la biodiversidad, lo que Bueno llama la “infraestructura verde”, que incluye un plan de arbolado con 20.000 nuevos ejemplares, intervenciones en mantenimiento y un nuevo censo de árboles de alineación.
En relación a la salud, el eje está puesto en las enfermedades vinculadas con la tropicalización del clima, como el dengue: “Hace años se trabaja en prevención, pero ahora hay que actualizar eso porque sabemos con mucha certeza que enfermedades transmitidas por vectores están directamente vinculadas con el cambio climático”.
Una red de municipios única en su tipo
Josefina Bordino y Mirley Hernández son especialistas en planes de acción climática de la Red Argentina de Municipios contra el Cambio Climático (RAMCC), una coalición de 286 ciudades y comunas de la Argentina que buscan mejorar su respuesta frente a la crisis climática a través de medidas de mitigación, adaptación y acceso universal a energía segura.
“Acompañamos a los municipios para que enfrenten este desafío sin precedentes: hay que actuar, incluso cambiar hábitos como los horarios de trabajo. Estamos entrando a una nueva realidad con puntos de refrigeración en las ciudades, algo nunca visto. Para que esto funcione mejor es clave informar y dar lugar a la participación ciudadana”, argumentó Bordino.
Una ciudad ejemplar es Mendoza, en la seca precordillera argentina, que armó un plan transversal enfocado en la reducción de la vulnerabilidad social y soluciones basadas en la naturaleza, con mejoras en el acceso a servicios básicos (agua y cloacas), restauración del ecosistema precordillerano y forestación para atenuar el efecto de isla de calor urbano.
“Sumaron instancias de participación ciudadana para que las personas tengan mejor información sobre el clima extremo y sepan cómo actuar en caso de riesgo: el papel de las mujeres, a cargo de tareas de cuidado, es clave”, explicaron las expertas.
Otros ejemplos son las localidades patagónicas de Neuquén, Cipolletti y Catriel, que incluyen acciones con perspectiva de género, arborización y capacitaciones a pobladores de zonas vulnerables. En General Lavalle, provincia de Buenos Aires, la Ramcc trabajó en soluciones basadas en la naturaleza para mejorar la protección de especies en peligro de extinción con programas de conservación, reducción de impuestos a dueños de campos con presencia de esas especies y corredores verdes.
Por Jorgelina Hiba