Muniboletin
12/10/22
Puntal
"Se puede remediar la crisis ambiental, pero se necesita un esfuerzo sin precedentes"

Lo aseguró Agustín Roth, abogado especializado en temas ambientales, quien desde hace años vive en Alemania. Destacó que las energías renovables son el mejor camino para solucionar la emergencia climática actual

 

El joven abogado riocuartense Agustín Roth (31) reside desde hace algunos años en Alemania y, tras especializarse en cuestiones vinculadas al ambiente, hoy forma parte de una consultora internaiconal que desarrolla trabajos para organismos públicos de distintos gobiernos. En diálogo con Puntal, contó su experiencia en el viejo continente y señaló que todavía hay tiempo para remediar la crisis ambiental y climática, aunque aclaró que se necesita un esfuerzo sin precedentes.

 

-Te formaste como abogado, empezaste a ejercer tu profesión en Córdoba y, de pronto, tu vida dio un giro importante en cuanto a lo laboral, ¿cómo se dio ese proceso y por qué?

 

-Cuando me recibí de abogado en 2014 (UNC) comencé a trabajar en el Poder Judicial de la Provincia de Córdoba como abogado laboralista. Pero desde niño me preocupaba muchísimo la destrucción del medio ambiente y, en particular, el cambio climático generado por las actividades humanas. Por ello, a la par de trabajar en Tribunales, me integré a grupos de investigación en derecho ambiental y en políticas públicas. En un grupo de la UNC me enfoqué en el estudio del derecho y las políticas vinculadas al cambio climático, a las energías renovables y a los impuestos ambientales. En la Universidad Católica de Córdoba (UCC) me incorporé como adscripto a la Cátedra de Derecho Ambiental y como coordinador académico del Instituto de Derecho Ambiental y de los Recursos Naturales. Estas experiencias de investigación y docencia fueron muy enriquecedoras, ya que pude ahondar en temáticas que me interesaban mucho y aprender nuevos conocimientos en el tema ambiental. Más allá de eso, fueron principalmente dos las causas que me impulsaron a mudarme a Alemania en 2018. Por un lado, sentía que aún había muchas preguntas sin responder y quería formarme de una manera más integral y multidisciplinaria, ya que el cambio climático requiere de respuestas integrales. Por el otro, sentía que mi trabajo en Tribunales no aportaba directamente a la materia ambiental, ya que estaba en el fuero laboral y mi sueño era poder trabajar de manera directa y concreta en el tema que me apasiona: el cambio climático y las energías renovables. Así fue como en 2018 me mudé a Berlín, para realizar una Maestría en Políticas Públicas (Universidad Hertie School of Governance), donde tuve la posibilidad de especializarme en energías renovables y mitigación del cambio climático desde varias disciplinas: economía, política, derecho, sociología, informática, etcétera. Los conocimientos y la experiencia que me brindó la maestría me abrieron muchas puertas en lo laboral y así fue como comencé a trabajar en el sector de consultoría en temas de energía renovable, sustentabilidad y cambio climático.

 

-¿Qué actividades estás desarrollando en Alemania?

 

-Luego de finalizar la Maestría en Políticas Públicas, ingresé a trabajar como consultor senior en una consultora en Berlín (Guidehouse), en donde brindamos servicios de consultoría al sector público en temas de energías renovables, sustentabilidad y cambio climático. Con mi equipo asesoramos a diferentes clientes públicos, como ministerios nacionales (ej. Ministerio Federal de Economía y Protección del Clima de Alemania), a la Comisión Europea (el brazo ejecutivo de la Unión Europea) y a Bancos de Desarrollo como el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (EBRD). Actualmente, me especializo en licitaciones públicas de energías renovables. Por ejemplo, estamos ayudando al gobierno de Albania a implementar sus primeras subastas de energía solar y eólica. Junto a un grupo multidisciplinario (abogados, economistas, ingenieros), asesoramos al ministerio a lo largo de todo el proceso licitatorio: desde las reformas legislativas necesarias y la redacción de decretos y contratos, hasta la definición de las bases y condiciones de las licitaciones, la apertura de sobres de ofertas, etcétera. Es un trabajo desafiante porque se entremezclan cuestiones políticas y técnicas, pero al mismo tiempo es muy gratificante porque uno puede ver los resultados concretos cuando una nueva planta de energía renovable comienza a funcionar. Para el gobierno alemán he realizado un estudio sobre los impactos del impuesto al carbono, es decir, el impuesto que se cobra por la emisión de dióxido de carbono. Con mi equipo elaboramos una serie de recomendaciones sobre cómo se pueden utilizar los fondos recaudados de los impuestos para fomentar las energías renovables y, asimismo, ayudar a los sectores sociales más necesitados con subsidios y créditos, ya que el impuesto al carbono incrementa los gastos en energía (calefacción, transporte, entre otros), afectando de manera desproporcionada a los sectores de menores ingresos. Actualmente estamos asistiendo a la Comisión Europea en la implementación del Fondo de Innovación de la Unión Europea, uno de los mayores programas de financiación del mundo (unos 38.000 millones de ayudas entre 2020 y 2030) para la demostración de tecnologías innovadoras con bajas emisiones de carbono. Apoyaremos el diseño y la puesta en marcha de un mecanismo de licitación competitiva para asignar los diferentes planes de apoyo como subsidios (ej, Contracts for Difference). Se espera que una de las tecnologías que reciba mayor apoyo sea la producción de hidrógeno verde para usos industriales.

 

-¿Se percibe una mayor conciencia sobre el cuidado del ambiente?

 

-En ciertos aspectos de la vida cotidiana, la conciencia ambiental es mayor en Alemania. Por ejemplo, todos hacen separación de residuos domiciliarios para su posterior reciclaje. En cuanto a la movilidad, una gran mayoría de las personas utilizan el transporte público y también la bicicleta para ir al trabajo o a la escuela. En ciudades grandes como Berlín, tener un auto no es algo sumamente común como acá, y la mayoría de los jóvenes no aspira a tener uno, ya que no lo consideran necesario para la vida cotidiana. Por otro lado, cada vez se observan más autos eléctricos en las calles o vehículos que uno puede alquilar directamente desde la calle (como los monopatines). Por ejemplo, Tesla abrió una fábrica de autos eléctricos a las afueras de Berlín. Algo muy importante que está en el ADN alemán es la oposición generalizada a la energía nuclear. El movimiento político de los verdes se remonta a la fuerte oposición a dicha energía luego del desastre nuclear de Chernobyl. Posteriormente, a raíz del desastre nuclear de Fukushima, el gobierno de Angela Merkel se comprometió a cerrar todas las plantas de energía nuclear a finales de 2022. El tema de la energía nuclear es complicado, ya que técnicamente no emite emisiones de dióxido de carbono, con lo cual, para algunos sectores es considerada una energía limpia y, por ende, compatible con la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, la energía nuclear presenta varias desventajas. Cito tres posibles situaciones a modo de ejemplo. Si bien muy improbable, un accidente nuclear tendría consecuencias catastróficas. Además, generaría residuos radiactivos y desarrollarla costaría mucho dinero. Más allá de eso, debido a la gran crisis energética que vive Europa (en gran parte causada por la guerra en Ucrania), el gobierno alemán está considerando extender la vida útil de algunas plantas nucleares que deberían cerrar en diciembre de este año.

 

-¿Estamos a tiempo de mitigar los daños causados por el cambio climático?

 

-Primero es importante entender qué produce el cambio climático y el que está asociado calentamiento global. Básicamente, la humanidad ha venido utilizando combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón, etcétera) como principal fuente de energía para generar electricidad, calefaccionar hogares, para procesos industriales y para el transporte. Cuando quemamos combustibles fósiles, se emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero como dióxido de carbono, el cual, para ponerlo en términos sencillos, “atrapa” el calor en nuestra atmósfera por años, generando que el clima se altere. Dicha alteración climática genera luego procesos que son peligrosos para la existencia humana como, por ejemplo, olas de calor o de frío extremas, inundaciones, sequías, incendios forestales, derretimiento de glaciares y aumento del nivel del mar, entre otros. Estos riesgos se traducen en pérdidas de vidas humanas, de biodiversidad y de cultivos. Por eso, el cambio climático generará mayor desigualdad social, protestas masivas y millones de migrantes desde las zonas más afectadas. Paradójicamente, las regiones que menos han contribuido al cambio climático, como África y el Caribe, son luego las regiones más castigadas por los efectos adversos de dicho cambio. Hace años que la ciencia viene alertando sobre los efectos destructivos del cambio climático. El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), el máximo órgano científico en cambio climático creado por la ONU, ha publicado su último reporte en el cual advierte que, si no actuamos ahora, en las próximas décadas las condiciones climáticas serán cada vez más extremas y adversas, y corremos el riesgo de llegar a un punto de no retorno, es decir, a un punto donde ya no hay soluciones posibles para detener la catástrofe climática. En 2015 se firmó el Acuerdo de París donde la comunidad internacional se comprometió a mantener el calentamiento global por debajo de los 1.5 grados Celsius. Según el IPCC, la única manera de cumplir dicho acuerdo es que todos los países del mundo logren la carbono neutralidad para 2050. La carbono neutralidad implica no sólo evitar al máximo la emisión de gases de efecto invernadero, sino también que cualquier emisión inevitable sea compensada con otra acción como, por ejemplo, capturar el dióxido de carbono del aire y almacenarlo bajo tierra. Si bien suena a ciencia ficción, ya hay proyectos de este tipo en marcha. Lograr mitigar el cambio climático es posible, pero en el camino se interponen muchas barreras y problemáticas. Una de las principales barreras es la económica: se requiere de muchísimo dinero y los países en vías de desarrollo no cuentan con dichos recursos. Además, los países en vías de desarrollo no han contaminado de la misma manera que los países ricos del norte (Estados Unidos, Inglaterra, Europa, etc.), por lo cual, en derecho internacional se habla del principio de “responsabilidad común pero diferenciada”, es decir, quienes han contaminado en mayor medida deberían ser quienes asuman una mayor responsabilidad. Es por ello que los países desarrollados deberían colaborar con recursos y transferencia de tecnología y conocimientos a los países en vías de desarrollo. Este principio aún sigue siendo discutido y no es aceptado por todos los países desarrollados. Considero que aún queda una ventana de oportunidad para remediar la crisis ambiental y climática, pero para eso se necesita un esfuerzo sin precedentes y urgente por parte de todos los países. Estoy convencido que las energías renovables representan el mejor camino para solucionar la emergencia climática que estamos atravesando.

 

-¿Cómo se pueden fomentar las energías renovables?

 

-Para fomentar el despliegue de las energías renovables, los gobiernos pueden implementar diversas políticas. Por ejemplo, pueden otorgarse créditos y subsidios para construir plantas de renovables a través de subastas de energías renovables, las cuales pueden incrementar la competitividad, la transparencia del gasto público, atraer inversiones extranjeras y fomentar la industria nacional y la creación de puestos de trabajo. Diseñar una buena licitación de energías renovables no es tarea sencilla. Es uno de los temas que más me apasiona y lo trabajamos desde la consultora. Otra política considerada exitosa es ponerle un precio al carbono, es decir, cobrar un impuesto por la contaminación que se genera (impuesto al carbono). De esta manera, los productores de combustibles fósiles, así como los usuarios, tienen un incentivo económico para comenzar a utilizar fuentes que no contaminen (energías renovables, autos eléctricos, etc.). Por último, los gobiernos también deberían fomentar que los ciudadanos generen parte de la energía que consumen, por ejemplo, a través de paneles solares en los techos. Este sistema se conoce como prosumidores y existen diferentes medidas para fomentarlo, por ejemplo, a través de créditos blandos, subsidios, campañas de educación, etc. A nivel individual también existen medidas que pueden reducir nuestra huella de carbono. Por un lado, utilizar con mayor frecuencia el transporte público, la bicicleta, compartir el auto, reducir la cantidad de vuelos que tomamos, cambiar a un automóvil eléctrico, etc. Por otro lado, aumentar el consumo de productos locales para reducir el transporte de los mismos. Por último, aunque sea impopular en nuestro país, es fundamental reducir el consumo de productos animales (carnes, lácteos) ya que su producción genera grandes cantidades de metano, otro gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono. Como recomendó el PIK (Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático, Alemania), no sería estrictamente necesario que todo el mundo cambie a una dieta vegetariana o vegana, sino que es necesario que todos reduzcamos considerablemente el consumo de productos animales. Por último, si bien cada país (y cada región/continente) tiene sus propias características, hay ciertas recomendaciones que pueden ser replicadas para fomentar la instalación de energías renovables. Por ejemplo, los gobiernos deberían evitar realizar cambios legales abruptos y retroactivos para incrementar la seguridad jurídica y generar un ambiente propenso a las inversiones nacionales e internacionales.

 

-¿Qué percepción tenes de la situación en la Argentina?

 

-Argentina tiene un enorme, repito, enorme potencial para desarrollar las energías renovables. El noroeste argentino tiene todas las cualidades para explotar el recurso solar a través de parques fotovoltaicos como el de Cauchari, en Jujuy. La Patagonia y nuestra región cordobesa, por su parte, cuentan con abundante recurso eólico, clave para los parques de energía eólica. No obstante, actualmente, la mayor fuente de energía a nivel nacional continúa siendo el gas natural, el cual emite dióxido de carbono al ser quemado. El dióxido de carbono es uno de los principales causantes del cambio climático y del calentamiento global. Considero que Argentina cuenta con los recursos renovables adecuados para avanzar con las energías renovables pero lo que falta es voluntad política e inversiones nacionales e internacionales. La crisis climática no es parte de la agenda política de ningún partido político dominante (oficialismo u oposición) ni de los medios masivos de comunicación. Entiendo que Argentina está atravesada por otras problemáticas como la pobreza y la inflación, que requieren soluciones inmediatas, pero los partidos políticos deberían comprender que la crisis climática también tiene que ser considerada como materia urgente para evitar más pobreza y desigualdad social. Algunos de los efectos nocivos del cambio climático ya pueden verse en nuestro país, por ejemplo, inundaciones, sequías, olas de calor, derretimiento acelerado de glaciares, incendios forestales, etc. Dichos impactos nocivos afectan desproporcionadamente a los sectores de más bajos recursos, quienes tienen menos posibilidades de adaptarse o protegerse ante estos eventos extremos. La clave está en entender que las energías renovables pueden ser una parte de la solución, ya que generaría nuevos puestos de trabajo, inversiones nacionales e internacionales, y habilitarán un desarrollo local y sustentable. Un ejemplo concreto es el litio, mineral que se utiliza para producir baterías para vehículos eléctricos. El noroeste argentino tiene una de las reservas de litio más grandes del mundo (junto a Chile y Bolivia). La demanda mundial del litio sólo irá en ascenso. Necesitamos políticas públicas que fomenten la explotación de dicho mineral de una manera sustentable, cuidando no sólo al medio ambiente, sino también incluyendo y respetando a las comunidades locales. Nuestro país debe dejar de ser sólo exportador de litio y empezar a pensarnos como productores de baterías, por ejemplo. De esta manera, se generan puestos de trabajo y valor agregado en nuestra industria nacional. Otro gran potencial que tiene nuestro país es la utilización de las energías renovables para producir hidrógeno verde, que luego puede ser utilizado en grandes industrias como, por ejemplo, en la producción de acero y otros procesos químicos. Chile cuenta con uno de los programas de hidrógeno verde más avanzados del mundo. Alemania y otros países europeos ya están realizando inversiones y acuerdos multilaterales con países del Medio Oriente para, en un futuro cercano, importar hidrógeno verde y sus derivados, como el amoníaco. Argentina tiene que apurarse para no quedar afuera de las oportunidades que ofrece el hidrógeno verde.

 

Por Nicolás Cheetham