Por Orlando Costa
Resultados electorales subnacionales (provincias, municipios) son proyectados al nivel nacional para el análisis político y periodístico. ¿Indicaría esto una “localización” o cierto protagonismo de los territorios en la política? En estos lugares se construyen frentes que no siempre se replican a nivel nacional, lo que significaría cierta “autonomía” en las decisiones. ¿Será así? ¿Estaremos ante un cambio?
Lo cierto es que habitamos una de las regiones que más rápido se urbanizó en el mundo, tres veces más rápido que Europa en el siglo pasado. En América Latina el 82% de las personas viven en zonas urbanas y en Argentina ya lo hace el 92% en 2260 municipios y comunas.
En las ciudades se produce entre el 60 y 70% del PBI regional, y se genera el 75% de la emisión de gases de efecto invernadero relacionado con la energía. Es decir, se concentran las actividades económicas y la población determinando la calidad de vida de las personas.
Sin embargo, en un país federal como el nuestro los municipios ejecutan solo el 8% del total del gasto público. Así se hace frente a la diversa, compleja y dinámica serie de problemas que se presentan a diario.
En tiempos electorales, no se escuchan planteos de cambio en este sentido. Una anticuada matriz jerárquica y burocrática en la cúspide del poder aumenta el gasto y la cantidad de personal sin que por ello se produzcan mejoras sustantivas en los servicios, ni un desarrollo sustentable que mejore la calidad de vida en los territorios.
Resulta contradictorio que lo aparentemente importante para algunos cálculos, es un tema menor para las propuestas políticas. Allí en donde la gente vive y vota, donde están los motores de la actividad económica y social, donde la proximidad y densidad posibilitan la eficiencia de la acción estatal, no se pone el foco de atención desde “lo nacional”.
Cuando se habla de cambios, este tema no debería faltar. Ciudades con desarrollo económico productivo, con equidad social, con planificación urbana respetando el medio ambiente, con buena fiscalidad e instituciones fuertes, serían la contracara de la actual concentración discrecional de poder, decisiones y recursos, y a la vez una manera de horizontalizar la política abriendo una agenda de cuestiones más cercana a los ciudadanos.
Una gestión pública inteligente, moderna, transparente, participativa, con nuevos roles e instrumentos de gobierno para construir redes con actores diversos desde los territorios, que articule entre todos los niveles para salir del verticalismo de mando y controles impuesto desde la punta de la pirámide, sería un cambio más cercano a las expectativas de un mejor futuro.
Ahí donde las cosas suceden, hay que hacer que sucedan las cosas.