El Presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden, ha declarado que su país regresará al Acuerdo de París sobre el clima desde su primer día de gobierno y prometió un plan de inversiones de 1,7 billones de dólares para que el segundo contaminante del planeta logre un cero neto (las emisiones menos las absorciones) de carbono en 2050.
Este Acuerdo firmado en 2016 tiene como principal objetivo limitar el incremento de la temperatura media del planeta respecto a la era preindustrial muy por debajo de los 2 °C (tendiendo a 1,5°C) hacia 2100.
Por otra parte el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU emitió un Informe en 2018, haciendo “una última llamada” para evitar que el incremento de 1,5°C pueda darse entre 2040 y 2052, con una serie de recomendaciones calculando que las emisiones de CO2 en el mundo deberán caer un 45% de aquí a 2030, y alcanzar en 2050 una "neutralidad de carbono". Esto requiere más ambición de los países en la lucha y cambios rápidos -significativos- en el uso de la tierra, la energía, la industria, los edificios, el transporte y las ciudades.
Mientras tanto sigue el aumento de temperatura -con records año a año-, provocando cambios en el clima con olas de calor, precipitaciones más intensas e inundaciones, sequías e incendios forestales, desplazamientos de personas, aumento del nivel del mar, huracanes, pérdida de biodiversidad, entre otros efectos devastadores para la vida en el planeta.
Más contaminación del agua, aire y los suelos; el agotamiento de los recursos; el calentamiento acelerado; la pobreza y la desigualdad; nos muestran claramente que es necesario un modelo de desarrollo distinto, con patrones de producción y consumo que sean sostenibles, con economías bajas en carbono y eficientes en la utilización de los recursos -materiales, energía, agua-, con inclusión social y cambios de estilos de vida.
Hay tecnologías y políticas ambientales y climáticas para implementar, pero hay que hacerlo y antes que sea tarde. Y en esto las ciudades, donde se concentra la población en un proceso de urbanización creciente, tienen un rol fundamental.
Una realidad compleja, nuevos paradigmas, nuevas formas de pensar y hacer en la era del conocimiento, la innovación y las tecnologías, desafían a los gobiernos locales a planificar el futuro para la ciudad sostenible, inclusiva, integradora y resiliente que asegure bienestar.
La armonía entre la economía, el ambiente y la sociedad requiere un Plan Estratégico Territorial, con proyectos y acciones realizables ante retos inéditos.
Las medidas de mitigación y adaptación climáticas y la gestión de riesgos ante catástrofes, son fundamentales para el desarrollo sostenible de la ciudad, como también las acciones de protección y mejora del medio ambiente.
La energía, su generación y consumo, la eficiencia en los edificios y los comportamientos humanos para consumir menos e inteligentemente, la utilización de fuentes limpias, renovables, son importantísimas para la sostenibilidad.
La infraestructura verde, los parques, las plazas, el arbolado, regulan el ciclo del agua y el clima y aportan al encuentro social, al intercambio y la salud de los ciudadanos.
La movilidad debe cambiar en la ciudad, privilegiando al peatón por sobre el vehículo que como sucede hasta ahora ocupa gran parte del espacio público y las calles, consume combustibles fósiles y emite gases invernadero. Bicicletas, caminar, vehículos eléctricos, transporte público, creando infraestructura e incentivos para que los ciudadanos ganen espacio en la ciudad y la puedan disfrutar todos con igualdad.
La gestión de los residuos, minimizar su producción, reciclar, reutilizar, propendiendo al cambio de una economía lineal de producir, usar y tirar con obsolescencia programada, a la que estamos culturalmente acostumbrados, por una circular en la que los bienes y productos puedan reutilizarse o destinarse a otros fines prolongando su vida favoreciendo el ambiente.
Las obras de infraestructura, la vivienda, las construcciones, la vialidad, deben responder a otros criterios ante problemas que no existían ni fueron tenidos en cuenta en el pasado, en el marco de un urbanismo moderno mirando el futuro.
La economía verde y las oportunidades del empleo verde que reducen los impactos ambientales, emiten menos carbono, disminuyen los residuos y la contaminación protegiendo los ecosistemas y la biodiversidad, son parte de este presente de cambios.
Una nueva realidad después de las tremendas consecuencias del Covid 19 nos convoca a redefinir las políticas públicas en la ciudad, a innovar en la gestión pública, a planificar con una gobernanza participativa creando ámbitos de colaboración y cooperación entre actores del sector público, privado y de la sociedad civil, a compartir proyectos y acciones para el desarrollo sostenible.